miércoles, 9 de marzo de 2011

Algo definitivamente aburrido que nunca volveré a hacer.

- ESTO.





La broma supuestamente "intelectual" de regalo.

jueves, 24 de febrero de 2011

Arthur Cravan, el poeta-boxeador y otra gente poco académica que golpeaba a la vida desde su mismo centro (I).


¿Qué alma disputará mi cuerpo?
Oigo la música:
¿me arrastrará?
Me gusta tanto el baile
y las locuras físicas
que siento con evidencia
que, de haber sido jovencita,
habría acabado mal.
Pero desde que estoy sumergido
en la lectura de esta revista ilustrada
juraría no haber visto en mi vida
fotografías tan maravillosas:
el océano perezoso meneando las chimeneas,
veo en el puerto, sobre el puente de los vapores,
entre mercancías imprecisas,
mezclarse los chóferes con los marineros;
cuerpos lisos como máquinas,
mil objetos de la China,
las modas y los inventos;
luego, dispuestos a atravesar la ciudad,
en la suavidad de los automóviles,
los poetas y los boxeadores.
¿Cuál es esta noche mi error?
¿Qué entre tanta tristeza
todo me parece bello?
El dinero que es real,
la paz, las vastas empresas,
los autobuses y las tumbas;
los campos, el deporte, las queridas,
hasta la vida inimitable de los hoteles.
Quisiera estar en Viena y en Calcuta.
Tomar todos los trenes y todos lo navíos,
fornicar con todas las mujeres y engullir todos los platos.
Mundano, químico, puta, borracho, músico, obrero, pintor, acróbata, actor;
viejo, niño, estafador, granuja, ángel y juerguista; millonario, burgués, cactus, jirafa o cuervo;
cobarde, héroe, negro, mono, Don Juan, rufián, lord, campesino, cazador, industrial,
fauna y flora:
¡soy todas las cosas, todos lo hombres y todos los animales!
¿Qué hacer?
Probaré con el aire libre,
¡quizás ahí podría prescindir
de mi funesta pluralidad!
Y mientras la luna
más allá de los castaños,
unce sus lebreles,
e, igual que un caleidoscopio
mis abstracciones
elaboran las variaciones
de los acordes
de mi cuerpo,
que mis dedos pegados
a la delicia de mis llaves
absorben frescos síncopes,
bajo mociones inmortales
mis tirantes vibran;
y, peatón ideal
del Palacio Real,
me embriago de candor
incluso con los malos olores.
Repleto de una mezcla
de elefante y de ángel,
lector mío, paseo bajo la luna
tu futura no fortuna,
armada con tanta álgebra
que, sin deseos sensuales,
entreveo, fumadero del beso,
coño, mamada, agua, África y descanso fúnebre,
detrás de los estores ya tranquilos,
la calma de los burdeles.
Bálsamo, ¡oh mi razón!
Todo París es atroz y yo odio mi casa.
Los cafés ya están oscuros.
Sólo queda, ¡oh mis histerias!
Los claros establos
de los urinarios.
Ya no puedo seguir quedándome fuera.
Esta es tu cama; sé tonto y duerme.
Pero, último inquilino
que se rasca tristemente los pies,
y, aunque cayendo a medias,
si yo oyese sobre la tierra
retumbar las locomotoras,
¡cuán atentas podrían volverse mis almas!

domingo, 20 de febrero de 2011


En peparación: Bret Easton Ellis, apuntes de una lectura personal (Less than zero, 1985, y Imperial Bedrooms, 2010.)

jueves, 17 de febrero de 2011

Richard Yates, de Tao Lin



Frente a la novela Richard Yates de Tao Lin, que desembarca en España de la mano de Alpha Decay, caben dos reacciones distintas; la primera odiar a Lin, odiar la novela y todo lo que el autor pueda producir de ahora en adelante. Podríamos alegar entonces que sus personajes son demasiado aburridos, que no llega a pasar nada, que las escenas se repiten monótonamente hasta el infinito, que Tao Lin no sabe escribir y que acaso es demasiado vago para hacerlo.

La segunda sería considerar que Richard Yates es algo relativamente nuevo y rompedor - aunque vivamos inmersos en el constante pulso entre la ruptura y el escepticismo posmoderno a la innovación, y que no nos creamos que nada pueda ser nuevo porque hubo un egipcio hace tres mil años que ensartó cuatro hojas de plátano y escribió algo parecido a lo que Lin practica-. Sin embargo, Richard Yates me gusta porque, dejando de lado la polémica de si es aburrido o superficial (que no lo es), claramente es hijo de su tiempo; y cuando digo de su tiempo digo de mi tiempo. De los pocos personajes de la novela, quizás el más importante y el que actúa como vínculo de todos los demás y como máquina catalizadora de la narrativa es precisamente el chat y la bandeja de entrada de Gmail (en estados unidos ya no utilizan el rústico chat de FB). Es decir; donde antes había un diálogo ahora hay un mail, por lo que me gusta pensar que en realidad, al menos las tres cuartas partes de la novela transcurren en el más profundo de los silencios (dejando de lado el murmulleante sonido de un teclado frenético).


Los personajes de Richard Yates no hablan, sino que se escriben, se mandan mails, se hacen dibujos con el paint, realizan las compras por Ebay y buscan piso por internet. Richard Yates es una de las primeras pruebas (y aquí me pondré un poco neo-futurista) de que el nuevo espacio performativo (donde suceden las cosas y donde se mueven) es Internet, es decir, que lo digital ganó finalmente a lo analógico. Y además, Richard Yates demuestra como eso no es solamente una postura que ciertos cuarentones que se pasan el día hablando de Internet adoptan en sus formas más hiperbólicas para no quedarse atrás, sino que es algo que se lleva puesto y que fluye. Comentaba I.Berlín en una entrada a su blog, que era interesante ver cómo el espacio narrativo se había trasladado de la ciudad a la red en los últimos años. Pues bien, la principal diferencia de Richard Yates con las novelas que pretenden encarnar esa idea a la fuerza es que Tao Lin nunca se planteó la escritura novelística como manifiesto pro-nuevas tecnologías, sino que ésta es consecuencia directa y natural de su vita internauta; es decir, que no es la narrativa la que se ha mudado de lugar sino la vida misma, como bien apoyan los personajes de la novela con su modus vivendi online. Por lo que eso mola pero a la vez no es lo principal (o al menos lo único) interesante/bueno de la novela de Lin.


Los personajes de Richard Yates no son ni grises ni aburridos ni mucho menos llanos. De hecho sorprende ver cómo a través de conversaciones aparentemente superfluas y Anti-literarias en el rentabilizado chat de Gmail, se va desarrollando poco a poco un complejo tejido emocional y existencial que ahonda paulatinamente en nuestra percepción de la psique de los dos protagonistas. Y cuando digo anti-literario saco otra vez el tema de relación realidad-escritura y la desmitificación de lo literario que se desprende (no que propone) Tao Lin en su novela: la idea del carácter mimético de la realidad. Porque Dakota Fanning y Haley Joel Osment hablan como nosotros y por los mismos canales y comparten las mismas angustias, por lo que lo que uno podría preguntar si el término literario (tal como lo entiende cierta gente) no debería mutar one-step-forward (lo que sin duda hará). También es cierto que las escenas de la novela pueden repetirse y ser aburridas pero eso es lo que viene a ser la cotidianidad; gran parte de nuestros sentimientos condicionados por ese mail que no llega o por esa contestación no esperada mientras el sujeto no se mueve físicamente de su mesa.


(Nota 1: esto no viene a defender toda la mierda que algunos autores nos han querido vender desde sus epifanías digitales y que sólo pueden recordarme al cartón piedra más vulgar).


Acerca del pulso analógico-digital, es interesante ver cómo los mismos personajes de la novela son conscientes de cómo las nuevas tecnologías inauguran un territorio paralelo en el que dejan de ser esas mismas personas que son en sus habitaciones y pasan a ser otras distintas. Hasta llegar al punto de que sólo se comprenden online y fracasan en sus encuentros en tierra; Haley Joel Osment llega a afirmar que sólo le gusta Dakota Fanning cuando piensa en ella a través de sus mails, pero cuando la ve en sus visitas a Nueva Jersey, se decepciona. Ése es el drama y la tragedia de Richard Yates y lo que hace que no sea una novela tonta, vaga y superflua, sino algo tan complejo como las mismas relaciones que se establecen entre sus personajes (que vienen a ser dos). Algo, que si se me permite, tampoco es que sea demasiado nuevo (más allá de que se vehicule a través de medios propios del s.XXI). Es la misma fascinación y desconcierto que siempre nos hemos causado nosotros mismos como Seres Químicos.

La forma muta, el problema es el mismo.

(Nota 2: destacar el pathos y lo universal de Richard Yates a diferencia de ciertas obras mayoritariamente españolas que olvidan lo universal y copian solo la forma. Eso es Patético y neo-futurista. Sentir por Internet el mismo orgasmo que los futuristas por el motor en vez de utilizarlo y vivir con él. Pero ya sabemos que el provincianismo es uno de los rasgos principales de los españoles, así que tampoco cabe enfadarse demasiado.)


(Nota 3: destacar la traducción de Julio FT al castellano).


Enlaces de interés:


http://www.elboomeran.com/blog-post/117/10353/edmundo-paz-soldan/tao-lin-y-el-nuevo-minimalismo/

http://www.alphadecay.org/libro/richard-yates